sábado, 12 de julio de 2014

UN CUENTO QUE ESCRIBIRÁN EN 100 AÑOS....

En un país muy lejano, varios años de guerra, violencia  y horror habían dejado a millones de familias sumidas en la pobreza, el abandono, la tristeza, y el dolor.

Los niños y los jóvenes ya no tenían sueños ni ilusiones, los adultos y los viejos solo añoraran los años de atrás, cuando vivían es sus parcelas y en sus pueblos y trabajaban pacientemente por un mejor futuro.

La inercia de la vida marcaba el diario vivir en esos pueblos lejanos, el político de turno que llegaba en los tiempos de elecciones ofreciendo tejas, tubos, medicinas y hasta comida para mitigar el hambre, los administradores de los pueblos que mediante trampas y desfalcos llenaban sus bolsillos, Los profesores llegaban a mitad del año escolar y los niños amontonados en destartalados salones escolares a medias aprendían a leer y escribir

Todos los meses, mujeres y ancianos hacían largas filas frente a las oficinas de bancos locales a la espera de mesada del gobierno de turno, era el subsidio para mitigar el hambre, era el subsidio con los que sobrevivían miles de familias, era el subsidio que anestesiaba el pensamiento y limitaba los sueños y esperanzas de los pobladores.

La pobreza era la esclavitud del sigo XXI, la exclusión económica marginaba a grandes y pequeños, los cerebros del país desde la capital, decían que la inclusión financiera en los bancos era la solución para acabar con aquella esclavitud.

La realidad era otra, miles de pobladores aun carecían de energía eléctrica, para llegar al pueblo más cercano  debían enfrentar largas jornadas por caminos polvorientos y tostados por el sol, o profundos barriales ocasionados por las lluvias donde destartalados vehículos luchaban contra el barro, o tal vez, atravesar ríos y lagunas para llegar al poblado donde estaba el desarrollo.

Una mujer, tuvo la idea de cómo tocar la mente, el corazón y el bolsillo de miles de personas en estos sitios alejados, busco a amigos y conocidos que sabían de un método traído de países lejanos que servía para reunir a las personas y a través de pequeños aporte periódicos lograban ahorrar e incentivar los sueños.

Días después ante su jefe, estaba proponiendo la tarea de llegar en un primer intento a atender  16 pueblos, decenas de veredas y en estas, a doce mil personas. El método de que hacer estaba claro, el cómo hacerlo debió definirse.

Después de varias reuniones la ruta estaba trazada,  la misma gente haría el proceso, los coordinadores y facilitadores de aquel emprendimiento serian seleccionados de los mismos territorios, seria los líderes que no habían tenido oportunidades, serian aquellos hombres y mujeres dispuestos a transformar vidas, a cambiar la historia de aquellos parajes olvidados.

Capacitar a este contingente de luchadores contra la esclavitud de la pobreza, dotar de herramientas a este pelotón de construcción de sueños, impulsar y fortalecer el espíritu de este grupo de soldados del desarrollo y la paz fue el primer paso, hacer que ellos creyeran en si mismos y soñaran un mejor futuro para sus familias y sus vecinos.

Los GLAC estaban en acción, por barrios y veredas corrió el rumor de la novedad que llegaba, las cajitas empezaron a pasar de mano en mano, en 8 meses, 728 grupos, conformados por 10713 personas habían tomado la decisión de volver a soñar, de volver a tener esperanzas, de creer en la solidaridad, es no esperar que el estado generoso viera por ellos.

7813 mujeres y 2900 hombres tomaron la decisión de hacer inclusión financiera de manera propia, tomaron una caja de madera como su propio banco, reconstruyeron la telaraña de la confianza, y para sorpresa de todos, en pocos meses acumularon en aquellos cofres, 925 millones de pesos que servían para promover crédito sin intermediarios y sin papeleos.

Meses después, muchos cofres fueron abiertos, los ahorros y dividendos fueron entregados y con estos miles de ilusiones, esperanzas y sueños materializados, Lavadoras, licuadoras, neveras, celulares, pantalones, camisas, y zapatos, fueron adquiridos. El viaje para conocer otros territorios pudo realizarse y hasta el pago de deudas para dormir tranquilo fue el destino que muchos dieron a sus ahorros.

Todo fue el esfuerzo de cada uno, nadie les dio nada, en el pensamiento y la mente de cada uno quedo la certeza del logro alcanzado, del ser capaz, del de valer y tener por si mismo.

El GLAC es un antídoto contra la pobreza, es un medicamento contra la marginalidad, es una activador de la sociedad, es un energizante de las ilusiones y los sueños del ser humano, es un tónico constructor de redes sociales, es un recuperador y reparador de tejido social. El GLAC es un instrumento de desarrollo y paz.

En aquel año 2013, el contingente de facilitadores y coordinadores se convirtieron en los apóstoles de los GLAC, caminaron por senderos difíciles e inseguros, soportaron las inclemencias del sol y la lluvia, deambularon por valles y montañas, en cada paraje, en cada vereda de 16 pueblos formaron lo pequeños bancos comunitarios en cajas de madera, enseñaron a firmar a iletrados, sirvieron como único motivo de distracción de mujeres agobiadas por los quehaceres domésticos.

En aquel año 2013, ese escuadrón de soñadores salidos de la nada, empezaron a romper las cadenas de la esclavitud creada por la pobreza, formaron los cimientos de nuevos arreglos sociales rurales y urbanos de un país llamado Colombia, fueron los transformadores sociales del siglo XXI que con su método del GLAC contribuyo a la paz y el desarrollo de ese país.


Gracias a todos ustedes por ayudar a que este sueño sea realidad, gracias por creer que a través de este medio se pueden transformar sus propias vidas y las de miles de personas. Gracias por ayudar a construir este país.

Que la alegría y felicidad a sus hogares, que los GLAC sigan creciendo y ustedes sean ese impulsor que multiplica este modelo.


 Gracias GLAC por enseñarnos que si podemos cambiar y mejorar nustras vidas

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