En un país muy lejano, varios años de
guerra, violencia y horror habían dejado a millones de familias sumidas
en la pobreza, el abandono, la tristeza, y el dolor.
Los niños y los jóvenes ya no tenían
sueños ni ilusiones, los adultos y los viejos solo añoraran los años de atrás,
cuando vivían es sus parcelas y en sus pueblos y trabajaban pacientemente por
un mejor futuro.
La inercia de la vida marcaba el
diario vivir en esos pueblos lejanos, el político de turno que llegaba en los
tiempos de elecciones ofreciendo tejas, tubos, medicinas y hasta comida
para mitigar el hambre, los administradores de los pueblos que mediante trampas
y desfalcos llenaban sus bolsillos, Los profesores llegaban a mitad del año
escolar y los niños amontonados en destartalados salones escolares a medias
aprendían a leer y escribir
Todos los meses, mujeres y ancianos
hacían largas filas frente a las oficinas de bancos locales a la espera de
mesada del gobierno de turno, era el subsidio para mitigar el hambre, era el
subsidio con los que sobrevivían miles de familias, era el subsidio que
anestesiaba el pensamiento y limitaba los sueños y esperanzas de los
pobladores.
La pobreza era la esclavitud del sigo
XXI, la exclusión económica marginaba a grandes y pequeños, los
cerebros del país desde la capital, decían que la inclusión financiera
en los bancos era la solución para acabar con aquella esclavitud.
La realidad era otra, miles de
pobladores aun carecían de energía eléctrica, para llegar al pueblo más
cercano debían enfrentar largas jornadas por caminos polvorientos y
tostados por el sol, o profundos barriales ocasionados por las lluvias
donde destartalados vehículos luchaban contra el barro, o tal vez, atravesar
ríos y lagunas para llegar al poblado donde estaba el desarrollo.
Una mujer, tuvo la idea de cómo tocar
la mente, el corazón y el bolsillo de miles de personas en estos sitios
alejados, busco a amigos y conocidos que sabían de un método traído de países
lejanos que servía para reunir a las personas y a través de pequeños
aporte periódicos lograban ahorrar e incentivar los sueños.
Días después ante su jefe, estaba
proponiendo la tarea de llegar en un primer intento a atender 16
pueblos, decenas de veredas y en estas, a doce mil personas. El
método de que hacer estaba claro, el cómo hacerlo debió definirse.
Después de varias reuniones la ruta
estaba trazada, la misma gente haría el proceso, los coordinadores y
facilitadores de aquel emprendimiento serian seleccionados de los mismos
territorios, seria los líderes que no habían tenido oportunidades,
serian aquellos hombres y mujeres dispuestos a transformar vidas, a cambiar la
historia de aquellos parajes olvidados.
Capacitar a este contingente de
luchadores contra la esclavitud de la pobreza, dotar de herramientas a este
pelotón de construcción de sueños, impulsar y fortalecer el espíritu de este
grupo de soldados del desarrollo y la paz fue el primer paso, hacer que ellos
creyeran en si mismos y soñaran un mejor futuro para sus familias y sus
vecinos.
Los GLAC estaban en acción, por
barrios y veredas corrió el rumor de la novedad que llegaba, las cajitas
empezaron a pasar de mano en mano, en 8 meses, 728 grupos, conformados por
10713 personas habían tomado la decisión de volver a soñar, de volver a tener
esperanzas, de creer en la solidaridad, es no esperar que el estado generoso
viera por ellos.
7813 mujeres y 2900 hombres tomaron
la decisión de hacer inclusión financiera de manera propia, tomaron una caja de
madera como su propio banco, reconstruyeron la telaraña de la confianza, y para
sorpresa de todos, en pocos meses acumularon en aquellos cofres, 925 millones
de pesos que servían para promover crédito sin intermediarios y sin papeleos.
Meses después, muchos cofres fueron
abiertos, los ahorros y dividendos fueron entregados y con estos miles de
ilusiones, esperanzas y sueños materializados, Lavadoras, licuadoras, neveras,
celulares, pantalones, camisas, y zapatos, fueron adquiridos. El viaje
para conocer otros territorios pudo realizarse y hasta el pago de
deudas para dormir tranquilo fue el destino que muchos dieron a sus ahorros.
Todo fue el esfuerzo de cada uno,
nadie les dio nada, en el pensamiento y la mente de cada uno quedo la certeza
del logro alcanzado, del ser capaz, del de valer y tener por si mismo.
El GLAC es un antídoto contra la
pobreza, es un medicamento contra la marginalidad, es una activador de la
sociedad, es un energizante de las ilusiones y los sueños del ser humano, es un
tónico constructor de redes sociales, es un recuperador y reparador de tejido
social. El GLAC es un instrumento de desarrollo y paz.
En aquel año 2013, el contingente de
facilitadores y coordinadores se convirtieron en los apóstoles de los GLAC,
caminaron por senderos difíciles e inseguros, soportaron las inclemencias del
sol y la lluvia, deambularon por valles y montañas, en cada paraje, en cada
vereda de 16 pueblos formaron lo pequeños bancos comunitarios en cajas de
madera, enseñaron a firmar a iletrados, sirvieron como único motivo de
distracción de mujeres agobiadas por los quehaceres domésticos.
En aquel año 2013, ese escuadrón de
soñadores salidos de la nada, empezaron a romper las cadenas de la esclavitud
creada por la pobreza, formaron los cimientos de nuevos arreglos sociales
rurales y urbanos de un país llamado Colombia, fueron los transformadores
sociales del siglo XXI que con su método del GLAC contribuyo a la paz y el
desarrollo de ese país.
Gracias a todos ustedes por ayudar a
que este sueño sea realidad, gracias por creer que a través de este medio se
pueden transformar sus propias vidas y las de miles de personas. Gracias
por ayudar a construir este país.
Que la alegría y felicidad a sus
hogares, que los GLAC sigan creciendo y ustedes sean ese impulsor que
multiplica este modelo.
Gracias GLAC por enseñarnos que si podemos cambiar y mejorar nustras vidas